Señoras y señores, les voy a contar una historia. No es una historia
real, pero si la leen atentamente, verán que tiene un valor moral. Espero que
les guste.
Corría por un prado verde. De
repente divisé un payaso. Todo se iba tornando más y más oscuro, más lúgubre. Mis
piernas seguían corriendo, de un modo
automático, fuera de mi control. Hasta que al final, me atrapó.
La intensa humedad de mi almohada
empapada en sudor, me devolvió de golpe a la realidad. Busque ansiosa su
reverso seco con la esperanza de
regresar al mundo de mis sueños, esperando esquivar esta vez sus recovecos más
oscuros. Aunque la noche aun guardaba varias hora, esta vez no soñé.
En el camino hacia el instituto,
no podía dejar de pensar en mi pesadilla. Eloísa, mi mejor amiga, reparó
en mi gesto distraído y preocupado, que era mayor de lo habitual. Con su mejor
sonrisa de “sé que te pasa algo”, comenzó su habitual interrogatorio.
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